MAISARA, DE MUSULMANA CRIADA EN
ARABIA SAUDÍ A CATÓLICA DE MISA DIARIA Y CATEQUISTA
Maisara es una joven española de 35 años, madre de
dos hijos, devota católica y catequista de niños en una parroquia del sur de la
ciudad de Madrid. Pero ella no fue criada en el catolicismo sino que nació
musulmana y pasó buena parte de su infancia en Arabia Saudí, donde aprendió el
Corán y en el colegio recibía clases de una de las corrientes más rigoristas del
islam.
Tras siete años como católica, esta conversa sigue
dejándose sorprender por Dios y contagiando su alegría por haber hallado el
lugar donde ha experimentado la plenitud. Pero su camino no ha sido fácil aunque
ella misma confiesa que el Señor le ha ido allanando el camino.
Esta joven se convirtió tras enamorarse de un joven
católico, hoy su esposo, que no era practicante. Pero ahí se inició un camino
que acabó en un fuerte encuentro con una fe que conocía de oídas y un poco
distorsionada, tal y como ha relatado a Religión en Libertad.
Una infancia en Arabia Saudí
Maisara es hija de un musulmán egipcio y de madre
española, que además era testigo de Jehová. Con cuatro años su familia dejó
España para ir primero a Egipto y luego a Arabia Saudí, donde pasó la mayor
parte de su niñez. Su madre acabó también abrazando el islam, la fe en la que
esta joven fue educada junto a sus dos hermanos.
“En Egipto no llegué a ir al colegio pero en Arabia
Saudí tenía tres asignaturas de Islam. En un país como éste no existía la
posibilidad de ser agnóstico. Todo es religión”, recordaba esta mujer.
"En esta casa somos musulmanes"
A los 10 años volvió a España y se produjo un choque
cultural y de costumbres, pues “en un mundo en el que no había Dios para nada,
en mi casa estaba Dios para todo. Mi padre siempre decía: “en mi casa somos
musulmanes”. Y así pasaron los años hasta que llegó a la universidad, donde
estudiando Filología Árabe, se separó de la fe y llegó incluso a no creer,
aunque tenía un importante poso en ella de todas las enseñanzas del islam.
Todo comenzó el día que conoció al que hoy es su
marido
El momento crítico se produjo cuando tenía 19 años.
“Conocí al que ahora es mi marido y empezamos a salir. Él llevaba un gimnasio y
nos conocimos ahí sin que mi padre lo supiera. A mi padre los años en Arabia le
marcaron una tendencia a la hora de educar a sus hijos y no me dejaba tener
amigos”, explica esta madre.
El tiempo pasó y su padre seguía sin saber nada hasta
que Maisara y su novio se plantearon dar un paso más. “Mi marido no era
católico practicante, no iba a Misa ni estaba confirmado”, recuerda ella. Sin
embargo, él lo tenía muy claro: no se iría a vivir con ella si antes no se
casaban.
"O te haces musulmán o no te casas con mi hija"
“Le dije que mi padre querría que se hiciera musulmán
pero él decía que era católico” y ella, aunque en ese momento estaba alejada de
la fe, veía que, si creía en algo era en el islam. Su novio se mantuvo firme y
dijo que se casaría por la Iglesia, pero el padre de Maisara, cuenta ella,
“exigió que mi marido se convirtiera al islam”.
La situación era límite: “Mi marido se plantó: o por
la Iglesia o no nos casamos”. Y mi padre se plantó: “o te haces musulmán o no te
casas con mi hija”. Y yo entre la espada y la pared. Fue muy difícil y además
las familias estaban divididas”.
Al final se casó por la Iglesia pero seguía siendo
musulmana
Finalmente, Maisara y su novio ganaron el pulso y se
casaron por la Iglesia en un matrimonio denominado "dispar" pues ella seguía
siendo musulmana. Tras pedir permiso al obispo, ella se comprometió a educar a
los hijos en la fe católica y hubo boda e incluso su padre acudió para ser el
padrino.
Precisamente no fue su boda por la Iglesia donde se
convirtió sino que fue a partir de ese momento cuando descubrió a Cristo. “Al
quedarme embarazada mi marido empezó a ir a Misa todas las mañanas y,
cuando yo cogí la baja, le acompañé y todavía recuerdo ver a la gente rezar en
la capillita del Santísimo. Además de que se siente algo, que el silencio te
llena, empecé a sentir mucha envidia. Yo quería tener a alguien a quien rezar
así, saber rezar y tener esa confianza. Cuando veía que la gente se arrodillaba
y pedía, yo quería eso para mí, para mi vida. Pensaba en ¡qué suerte tenían los
cristianos! aunque no creía que esto fuera para mí”, cuenta esta joven.
Las preguntas que le iban llevando al catolicismo
Aunque resulte llamativo fue el tipo de educación
islámica que recibió la que le acercó a la Iglesia. Ella se había comprometido a
educar a sus hijos en el catolicismo, al casarse, y, si lo había firmado, tenía
que cumplirlo. Maisara relata que, en ese momento, “no paraba de preguntarme.
¿cómo voy a educar a mis hijos en algo que no conozco, en algo que no conozco
ahora? Yo sabía lo que era tener a Dios en mi vida porque en Arabia lo había
vivido".
Entre esas dudas nació su hijo mientras era
“consciente de la falta de Dios en mi vida”. Habló con su marido y éste explicó
su situación a los sacerdotes de la parroquia a la que acudía cada día y que
invitaron a su mujer a que acudiera a las charlas de adultos a los que les falta
algún sacramento.
El "impacto" de ver la imagen de la Divina
Misericordia
Se presentó en el templo y allí vio algo que la
“impactó” y la marcó para siempre. Se trataba de una imagen de la Divina
Misericordia que decía: “Jesús está vivo, te ama, te busca y te llama”.
Además, en esas catequesis, el sacerdote le regaló el
Nuevo Testamento. “Ese mismo verano me lo leí entero sin parar. Era una
necesidad inmensa de saber, de conocer qué era lo que llamaba tanto la atención
a los cristianos, lo que les hacía ir a la iglesia, por qué se
arrodillaban de esta manera”. Y así empezó a ir varios días por semana a Misa y
a escuchar las homilías en las que pensaba, “Todo esto lo dicen por mí”.
"Tu corazón está buscando la verdad"
Así fue como siguió siendo guiada por los sacerdotes
de esta parroquia madrileña y aún recuerda lo que le dijo el párroco y que se le
quedó grabado: “Tu corazón está buscando la verdad y estás en camino”.
En una de estas catequesis, este sacerdote le contó
una historia de un cura que, durante la I Guerra Mundial, se ofreció a ser
fusilado en vez del condenado, un padre de familia. El general que ordenó
aquella acción, al ver su heroicidad, decidió salvarle la vida y el hombre por
el que se había cambiado este jesuita, que era un comerciante muy rico, se
sintió tan agradecido que dedicó su dinero a apoyar todas las obras de
apostolado del religioso.
El momento del gran encuentro había llegado
En ese momento de su vida, cuenta Maisara: “Yo ya era
consciente de que Cristo nos había salvado, que se había puesto en nuestro lugar
para salvarnos de la muerte y era consciente del castigo que recibió Cristo por
mí. No podía evitar ver un paralelismo entre esa historia y la de Cristo
conmigo”.
Maisara pasó a formar parte de la Iglesia Católica
tras un largo proceso de conversión que le llevó del islam a una etapa de
pérdida de fe para acabar finalmente descubriendo el catolicismo
Ahí se produjo su conversión, justamente en ese
momento. “Me dio un vuelco el corazón y una voz que me decía: ‘Y ahora que lo
sabes, ¿qué vas a hacer?’. Se me paró el mundo, veía a Cristo en la cruz
extendiéndome la mano haciéndome esta pregunta. Y en una décima de segundo pensé
que no podía dejarle con la mano extendida. ‘Me acojo a tu mano y te seguiré’,
le contesté”.
El día que decidió dar el paso
Ese día decidió que tenía que bautizarse. Aun así el
camino no era fácil para ella pues seguía teniendo costumbres del islam que
tenía que ir dejando atrás. Explica que “aunque quería bautizarme no conseguía
santiguarme pues no me sentía digna”. Y además tenía que decírselo a su familia.
Necesitaba fuerzas para decírselo a su madre puesto
que su padre estaba en Libia. Y, al final, lo hizo. “Me acaba de caer un jarro
de agua fría, podrías haber buscado a Dios en cualquier otro sitio pero en la
Iglesia Católica… eso es retroceder”, le contestó su madre.
Ya podía santiguarse y arrodillarse. Ahora tocaba
bautizarse
A pesar de su respuesta, Maisara estaba feliz por
habérselo dicho y se fue corriendo a la parroquia. Allí se arrodilló para rezar
por primera vez en una iglesia para dar gracias a Dios. Todavía no conseguía
santiguarse y estando en la capilla, volvió a ver la imagen de Cristo
crucificado que le preguntaba esta vez: “¿por qué no?”. Se levantó, se santiguó
por primera vez en su vida y rompió a llorar.
Se bautizó en junio de 2010 y, como invitación, envió
a sus familiares una carta en la que les explicaba los motivos que le habían
llevado a ser católica. Recibió el Bautismo, pero también la Confirmación y la
Comunión. Y ella cuenta también que “el Sacramento del Matrimonio se hizo
efectivo en ese momento” pues se casó siendo musulmana.
Una fe viva y renovada cada día
“Mi primera comunión estuvo bañada en lágrimas. Sentí
una fuerza tremenda”, asegura Maisara, que pidió al Señor ese día que nunca le
soltara de aquella mano que le había extendido.
Ahora ya acude con su marido y sus dos hijos a la
Iglesia. Es catequista de niños y sigue alimentando su fe a través de los Cursos
Alpha. Su hambre de Dios continúa y la Misa diaria se ha convertido en una
necesidad. Y como regalo ha recibido a la Virgen María, a la que conocía por el
islam, pero ahora con mucha más fuerza, como intercesora y como Madre.
J. Lozano/Rel