EL CURA QUE DIO LA
EXTREMAUNCIÓN A MIGUEL ÁNGEL BLANCO ERA ESTEBAN MUNILLA, DE RADIO MARÍA: FUE ASÍ
El popular sacerdote vasco Esteban Munilla, que
durante muchos años ha sido director de Radio María España y que es hermano de
José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián, era capellán en el hospital que
hace 20 años recibió aún con vida a Miguel Ángel Blanco, joven concejal de 29
años que había sido secuestrado por la banda terrorista ETA y al que dispararon
los criminales tras 3 días de ultimátum que mantuvieron en vilo a toda España.
Esos tres días sacudieron el país y sacaron a las
calles a millones de españoles, incluso en zonas donde antes se tenía miedo a
los terroristas. La preparación espiritual para el viaje final de Miguel Ángel
hacia la otra vida fue la que pudo darle, en circunstancias extremas, el padre
Munilla, entregándolo a la misericordia de Jesucristo. Este es el testimonio que
personalmente ha difundido.
Testimonio del padre Esteban Munilla sobre la muerte
de Miguel Ángel Blanco
Si hace unos días celebraba con gozo los 30 años de
sacerdote, estos días celebramos los 20 años del secuestro y asesinato de Miguel
Ángel Blanco. ¿Por qué hago referencia a este fatídico día? Porque la
Providencia quiso que a los 10 años de mi ordenación sacerdotal, me tocara
atender espiritualmente a Miguel Ángel en su agonía.
Todos recordamos dónde estábamos ese sábado por la
tarde en el que se cumplía el plazo dado por ETA para asesinar a aquel joven de
Ermua.
Yo, desde septiembre de 1996, estaba destinado en el
hoy Hospital Donostia, entonces Hospital Aránzazu, como capellán. Entre los
sacerdotes destinados para ese servicio nos distribuíamos las guardias, y ese
fin de semana, estaba me tocaba a mí.
Cuando unos cazadores encontraron a Miguel Ángel en
aquella cuneta, avisaron a los servicios de urgencias y desde la ambulancia que
se acercó a Lasarte a atender a Miguel Ángel, llamaron al Hospital Aránzazu
para avisar que traían a un joven gravemente herido pero que todavía estaba con
vida.
En el hospital todos dijimos que era Miguel Ángel,
aunque desde la ambulancia no se dio ningún dato para suponerlo.
Fui a la puerta de urgencias a donde llegan las
ambulancias y en breve llegó Miguel Ángel, a quien no pude reconocer, a pesar de
haber visto su fotografía en todos los medios, por el estado en que llegaba. La
fotografía del momento lo dice todo.
En la puerta de urgencias le di la absolución porque
no había tiempo para más, ya que los médicos lo llevaron al quirófano
directamente para intentar salvar su vida.
Terminado todo lo que pudieron hacer los médicos con
Miguel Ángel, lo llevaron a la UVI del hospital, y allí, ya con más paz, le di
la Unción de Enfermos.
Por medio (nunca me olvidaré de esa tarde), tras ver
el rostro ensangrentado de Miguel Ángel, tuve la boda de una enfermera del
hospital. La fecha estaba puesta y todo organizado… no se podía suspender, pero
nunca se me olvidará el rostro de los novios y de los invitados…
Empezamos la boda recordando lo que acababa de ver
y rezamos por Miguel Ángel en aquella boda. Fue la boda que más me ha costado
celebrar en mis 30 años de sacerdote.
Por la noche, de madrugada, me llaman a la UVI. Allí
estaba la madre de Miguel Ángel agarrada a la mano de su hijo. Me llamaron para
ayudar a comunicar a aquella madre que veía respirar a su hijo, por los
respiradores, que era una respiración mecánica, pero que su hijo ya había
fallecido. Se le mantenía el respirador para que los órganos fueran
trasplantables. Es hermoso pensar que alguien vive gracias a ese gesto generoso
de la familia de Miguel Ángel al permitir esa donación.
Otra imagen que tengo grabada en la retina es
cuando acompañaba al cadáver de Miguel Ángel al tanatorio, donde esperaba su
familia. Al abrir la puerta de la sala, vi al obispo de Bilbao, obispo de Miguel
Ángel (Ermua está en Vizcaya), entre todos los familiares que estaban allí
sentados, esperando la llegada del cuerpo.
Me llamó la atención el que no estaba con las
autoridades políticas, sino sentado entre los familiares, en el tanatorio del
hospital. Un testimonio de cercanía y humildad en su saber estar en medio de un
ambiente muy difícil. Era un precioso testimonio de la presencia de la Iglesia
con las víctimas.
Han pasado 20 años, pero hay cosas que, en la vida, no
se olvidan y quedan muy grabadas. Ojalá aprendamos todos de aquellos días y de
lo que siguió a continuación. Descanse en paz.
Rel