CARD. SARAH: «LO QUE NECESITA LA IGLESIA HOY NO ES UNA
REFORMA ADMINISTRATIVA SINO EVANGELIO Y TRADICIÓN»
El cardenal Robert Sarah estuvo presente en Montilla
(Córdoba, España) durante la festividad de San Juan de Ávila, patrón del clero
secular en España.
En su homilía, el Cardenal hizo alusión a la vida del
Patrón del Clero Secular Español, describiéndolo como un insigne ejemplo de
santidad, tanto por su palabra como por su vida sacerdotal. «No se puede
entender el sacerdocio sin una fe encarnada en obras de amor, caridad,
sacrificio y contemplación», recordó. Al mismo tiempo, manifestó que «todos los
discípulos de Cristo han de ser testimonio de Él, razón de esperanza y vida
eterna». «San Juan de Ávila fue un sacerdote consciente, a favor de los hombres,
celebrando los sacramentos, ofreciendo la oración para la vida del mundo y
actuando como embajador de la vida de Cristo; es por ello por lo que nos exhorta
a que vivamos con caridad pastoral el ministerio sacerdotal que Cristo nos ha
confiado», dijo a los presbíteros. Y continuó recordándoles que la eucaristía
debe ser para los sacerdotes el punto referencial de su magisterio.
En el teatro Garnelo
Tras la misa, los presentes se reunieron en el teatro
Garnelo, donde comenzó su intervención agradeciendo la invitación del obispo del
lugar para formar parte de esta fiesta tan especial para todos los presbíteros
como es el día del que fue todo un Maestro de sacerdotes y santos.
A continuación, hizo un repaso por su libro titulado
«Dios o nada», comentando que durante su elaboración, reflexionó profundamente
sobre la importancia del silencio en la vida de todos ser humano y
particularmente en la vida del cristiano. «El fruto de estas reflexiones provocó
la publicación de un nuevo libro que lleva por título «La fuerza del silencio»,
que nació en la habitación del hermano Vicente María de la Resurrección, monje
de la Abadía de santa María de Lagrasse, que jamás olvidaré. Un joven religioso
que murió de una esclerosis múltiple el pasado año con el que me comunicada con
la mirada, el silencio y la oración, y que, a pesar del sufrimiento, brillaba en
su rostro paz, serenidad y felicidad», explicó. Partiendo de esto, el Cardenal
centró su intervención en la importancia del silencio durante la liturgia. «En
efecto, el primer lenguaje de Dios es el silencio; debemos aprender a ser
silenciosos y a descansar en Dios», aseguró. Y es que, según el ponente, este
tiempo actual es un momento oportuno para buscar el verdadero orden de nuestras
prioridades: «Es tiempo de poner a Dios en el centro de nuestras preocupaciones,
de nuestros pensamientos, de nuestro actuar y de nuestra vida. Así, nuestra vida
cristiana podrá fundamentarse en la luz de la fe y alimentarse en la oración».
Después, continuó dirigiéndose a los sacerdotes
explicándoles que «lo que más necesita la Iglesia hoy no es una reforma
administrativa, ni un cambio estructural, ni una logística o estrategia de
comunicación o un programa suplementario. El programa existe y es el de siempre:
el Evangelio y la Tradición Viva. «Creo que somos víctimas de la
superficialidad, del egoísmo y del espíritu mundano que propaga la sociedad
mediática; por ello, invito a los cristianos y a los hombres a entrar en el
silencio porque, sin el silencio, permanecemos en una ilusión mortal. El
silencio es más importante que cualquier otra obra humana, porque habla Dios»,
afirmó.
Por otro lado, habló del lugar que debe tener el silencio
en la liturgia. «Se trata de una preocupación fundamental en nuestros días, ya
que el silencio sagrado es el lugar donde podemos encontrar a Dios y es
importante que los sacerdotes aprendan de nuevo lo que significa el temor filial
de Dios y el carácter sagrado de su relación con Él», comentó. Y continuó
manifestando que «los sacerdotes deben aprender de nuevo a temblar de estupor
ante la Santidad de Dios y ser conscientes de la gracia extraordinaria de su
sacerdocio». En este sentido, recordó además que ya el Concilio Vaticano II
subrayó que el silencio es un medio privilegiado para favorecer la participación
del pueblo de Dios en la liturgia. Y culminó su intervención exhortando a los
presbíteros a fomentar el silencio, «porque en la liturgia, el silencio sagrado
es un bien precioso para los fieles, y los sacerdotes no deben privarlos de este
tesoro». Y recordando las palabras de san Juan de Ávila, subrayó que «quien ora
ha de estar recogido, centrado y en silencio ante Dios».
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