Empecé a formar parte de la familia de la Unión
Seglar con 28 años.
El conocer a una persona tan especial determinó mi despertar en la fe. Mi fe
que dormitaba en mi interior, empezó a desperezarse.
Desde un principio me desprendí de cualquier obstáculo, que impidiera que la
suave lluvia de sus enseñanzas dejara de impregnar mi corazón.
El Padre Alba "es" la Unión Seglar y cada actividad me fue
seduciendo.
Al principio era maravillarme de la actividad que tocaba: cenáculos, retiros,
peregrinaciones, Adoración nocturna, Ejercicios espirituales,...
i Yo siempre he disfrutado con sus enseñanzas! No sólo era lo que decía, sino
cómo lo decía.
Su ímpetu, su actividad me arrastraba. Sus gestos, sus movimientos;
"exagerados" cuando la enseñanza lo requería, pausados cuando
tocaba.
Su espíritu ignaciano, carácter fuerte, pasaba de la fuerza estruendosa que le
daba la razón a la mansedumbre cariñosa del padre que ama a sus hijos.
Podía suceder que después de una impresionante reprimenda que tocaba el
corazón y descubría nuestra comodidad, venía la palabra suave de un padre que
veía las limitaciones de sus hijos.
i Yo siempre disfruté con su presencia
Su figura espléndida recortada en los atardeceres del Camino de Santiago, su
naturalidad en el contacto con sus hijos, sus "peleas" físicas y
cariñosas con los peregrinos.
i El día siempre era una sorpresa
Un rosario en Ejercicios Espirituales, podía ser la clase maestra de la vida,
una clase que en muchas ocasiones nos hemos perdido, pensando que habría otra y
que no se acabarían.
i Yo también sufrí en mi carne los abandonos de miembros de la Unión Seglar
que rompían el corazón del Padre!
Nunca un reproche a ninguno determinado de los que habiendo vivido desde muy
jóvenes el espíritu de la Unión Seglar se apartaron con excusas o sin, ellas.
Siempre una reflexión: «el abandono, generalmente, no busca más perfección.
Siempre una repetición: "rezad por los que nos dejaron."
Dios quiera que yo siempre viva el espíritu que durante estos años el Padre
fue transmitiendo en cada una de sus palabras, en cada uno de sus gestos, en
cada una de sus iniciativas, en cada una de sus sorpresas.
Recordaré siempre una sentencia que como todo lo suyo le fluía del corazón
con la velocidad del rayo, y como si se tratara de un libro de meditación,
rodaba y rodaba una y otra vez por mi mente: "Hay cosas que humanamente no
se pueden aconsejar, pero la realización de las mismas son actos
heroicos".
i Yo siempre lo vi alegre !, porque me acostumbré a mirar siempre su interior,
me abandoné a su voluntad. No pretendí entender nada, ni busqué ningún
sentido a cualquiera de sus actuaciones.
El Padre Alba "es" la Unión Seglar, por eso disfruto, estoy alegre,
aprendo y sufro con los Misioneros y Misioneras de Cristo Rey.
El Padre Alba sigue con nosotros en ellos, y su espíritu y su ideal nos debe
unir más a los miembros de la Unión Seglar.
Una Unión como el quería: "en el AMOR".
Antonio Rodríguez Camacho