ASENSIO Y BARROSO, Florentino.  

Obispo de Barbastro. (1877 1936).

 

Nació en Villasexmir (Valladolid), en el valle del río Hornija. En junio de 1901 recibió el orden del presbiteriado, ejerciendo durante año y medio en Villaverde, siendo trasladado posteriormente a Valladolid donde el arzobispo Cos le fue confiando sucesivamente su secretaría particular, la mayordomía de palacio y la cátedra de Metafísica en el Seminario. Durante quince años fue confesor del Seminario. 

El 12 de octubre de 1935, monseñor Tedeschini, nuncio apostólico en España, hizo saber a don Florentino que la Santa Sede lo proponía a la dignidad episcopal con sede en Barbastro (Huesca). Se evitó toda publicidad en la toma de posesión del 14 de marzo de 1936, pues el Cabildo de Barbastro creía contraproducente su nombramiento. Un grupo de fieles adictos acudió a recibirle. Su programa pastoral, que apenas pudo esbozar, se centraba en la predicación sagrada y la catequesis. Barbastro fue una de las plazas en que más rápidamente actuaron las fuerzas del Frente Popular. 

El 19 de julio, el comité le hizo saber que quedaba detenido en la propia residencia episcopal. Así hasta el día 23 en que le fue ordenado trasladarse al colegio de los PP. Escolapios, donde fue encarcelado junto con su capellán Manuel Laplana y su mayordomo Marcelino Abajo. Se produjo un choque violento entre los cabecillas del comité de Barbastro y las milicias rojas llegadas de Barcelona. Estas últimas recorrieron la ciudad sometiendo a su pillaje cuantos objetos valiosos hallaban a su paso. El comité, desbordado, quiso dar un escarmiento para intentar recobrar la autoridad, ordenando el fusilamiento de tres milicianos catalanes, lo que provocó un viaje a Barbastro del anarquista Buenaventura Durruti, el cual recriminó violentamente a los responsables del comité, pero rápidamente cambió el blanco de sus diatribas, urgiendo a voz en grito desde el balcón del Ayuntamiento la supresión de personas “peligrosas”, citando al obispo Asensio. Se constituyó un tribunal de investigación, sometiendo a interrogatorio a monseñor Asensio, preguntándole si había celebrado antes del 18 de julio reuniones de carácter político. La respuesta fue negativa. 

La noche del 8 de agosto de 1936 fue citado a comparecer ante el tribunal popular instalado en el Ayuntamiento. Presagiando lo peor, se acercó al prior de los benedictinos y le dijo: “Por lo que pudiera ocurrir, deme la absolución”

Fue encerrado en la cárcel y a la una de la madrugada habló a los religiosos y demás personas que allí había. “Hijos míos –les dijo , voy a daros mi última bendición, y después, como nuestro Maestro Jesús, celebraré mi última cena con vosotros”. Algunos se echaron a llorar, y añadió el prelado: “No, no lloréis, porque esta noche es muy grata para mí. Elevemos nuestras plegarias al Todopoderoso para que salve a España de nuestros enemigos”. 

A las tres de la mañana fue sacado violentamente de la cárcel y fusilado en el kilómetro 3 de la carretera de Sariñena. Era el 9 de agosto de 1936.