Querido P. Alba:
Confluyen en mi memoria desordenadamente muchos
recuerdos muy vivos de mis 19 años de vida, que he pasado día a día junto a
usted. Sí, quizá sean pocos todavía para mí toda una vida en realidad ,
pero los suficientes para estarle infinitamente agradecida.
Siempre ha estado usted a mi lado. De más niña, cuando mi mundo se reducía a
mi familia carnal y a la espiritual la Unión Seglar , me era usted tan
familiar, lo sentía tan "mío", que quizá fuera eso lo que, al pasar
los años y ampliárseme el horizonte y con él, las posibilidades de desviarme
del buen camino, hizo que le siguiera teniendo de forma natural como un puntal
necesario en mi vida. Y digo natural porque, habiendo formado usted también a
mis padres de la primera generación de jóvenes de su obra , habiéndoles
mostrado el verdadero ideal de vida, que es Cristo, he mamado siempre en mi casa
esa admiración por usted. Sí, Padre, sé que muchas veces le he defraudado a
pesar de tanta entrega, que no he respondido como cabía esperar, y le pido
perdón, pero no se preocupe, que no han caído sus desvelos por mí en saco
roto. A pesar de todo, no he dejado nunca de mirarme en usted.
Abrió a mi alma, al administrarme el Bautismo, las puertas de la vida de la
gracia y la ha ido alimentando a lo largo de mis 19 años: recuerdo con mucho
cariño el día de mi primera comunión, que recibí de sus manos; las
confesiones; la preparación para mi confirmación; las Colonias; los
Campamentos; las ultreyas; las peregrinaciones; el día que me admitió como
Hija de María; los Ejercicios Espirituales, en los que me inculcó la esencia
del espíritu ignaciano; todos mis años escolares en el Colegio de la Virgen,
donde aprendí a amarla como Madre mía que es; el día que emití a los pies
del Sagrado Corazón en el Tibidabo la promesa de la Asociación; la dirección
espiritual hasta días antes de morir... ¡Cuánto le debo, Padre! ¡Cuántos
desvelos que sé y cuántos que sólo conocerán usted y el Señor!
Dos peregrinaciones me afianzaron en sus enseñanzas. La primera fue en el año
99, cuando peregrinó la Unión Seglar a Santiago de Compostela. Las gracias del
Señor corrieron a raudales aquellos días entre nosotros, los peregrinos, pero
a mí me caló muy hondo y vi claramente que no estaba en la Unión Seglar por
casualidad, sino porque el Señor me había plantado aquí y aquí debía dar
fruto y entregarme generosamente. Sí, Padre, la obra que usted comenzó con la
ayuda de Dios va a ser vehículo de santificación de muchas almas, si
permanecemos fieles a Él. Desde entonces, aprecio profundamente a toda mi
familia espiritual, a grandes y a pequeños, y procuro enriquecerme con ellos y
aprender de todos.
La segunda peregrinación fue la del año 2000, cuando fuimos a Roma a ganar el
Jubileo los alumnos de 2º de Bachillerato y 5º de F.P. con usted, nuestro
tutor. Allí comprendí la universalidad, la catolicidad de la Iglesia, la
grandeza de la Esposa de Cristo, y se fortaleció mi cariño, profundo respeto y
admiración hacia el Vicario de Cristo, el Santo Padre. Me afiancé, pues, con
estas peregrinaciones en el amor a Cristo y a su Iglesia a través del amor al
Papa y a la Unión Seglar.
Me ha enseñado, Padre, a vivir la Tradición, que es la única forma de saber
morir por ella si es preciso. Constantemente me ha espoleado con el ejemplo de
los mártires, me ha formado para que sea sabia y me ha dirigido para que sea
santa, como me corresponde por ser hija de la España católica, fértil en
santos, héroes y sabios. Y no renuncio a esta vocación, que es el don más
grande que he recibido. GRACIAS, MUCHÍSIMAS GRACIAS POR TODO.
Ya lo sé, Padre, ya sé que he recibido mucho, soy consciente de ello y se lo
agradezco muchísimo al Señor, y a usted, que la mayoría de veces ha hecho de
intermediario. También sé que, en la medida que reciba, debo corresponder,
pero no me da miedo, porque con Él nada me falta, con Él todo lo puedo, y su
ejemplo, Padre, me espolea, me levanta del letargo del aburguesamiento y la
mediocridad para imitarle y quemar mi vida para la gloria de Dios y en beneficio
de las almas.
Quisiera agradecerle muy especialmente la solicitud y el amor que me ha mostrado
en este último tiempo, sobre todo desde que me enfrenté al mundo en la
Universidad. Estos dos últimos años se ha volcado especialmente en mí, me ha
dado muestras de confianza que quizá no merecía, se ha preocupado por todas y
cada una de mis cosas como si no tuviera nada más que hacer (desde los
estudios, pasando por la taza de miel que me envió una vez al enterarse de que
estaba afónica, por ejemplo, hasta la dirección espiritual), y justo es que
ahora le dé las gracias. Ahora podrá usted calibrar cuantísimo bien me ha
hecho en estos últimos meses sobre todo y que en vida, creo, no debía ni
imaginarse.
Sé que continúa a mi lado, dirigiéndome y llevándome desde arriba. No me
deje, que quiero seguir su camino, que quiero ser fiel hasta la muerte, que no
quiero nada más que se implante Su Reinado en la tierra y que pueda gozar con
Él en el Cielo. Interceda por mí, Padre, para que me entregue generosamente a
nuestra santa causa desde ahora mismo y para que el Señor me regale el don de
la fidelidad y la perseverancia a nuestros ideales, a lo que he recibido, a lo
que usted me ha dado, a Él en definitiva, hasta la muerte, y nos veremos, Dios
mediante, un día en el Cielo.
Hasta la próxima, pues, Padre. Un abrazo de su hija, que le quiere:
Bárbara Domínguez López
Por Cristo, por María, por España, MÁS, MÁS, MÁS.