BORRÁS FERRÉ, Manuel.
Obispo auxiliar de Tarragona.(1880 1936).
Nació en la Canonja (Tarragona) el 9 de septiembre de 1880. A los veintitrés años recibió el presbiterado y poco tiempo después fue notario de la curia eclesiástica y del tribunal metropolitano de Tarragona. Desde 1905 fue subdirector diocesano del Apostolado de la Oración y en 1910 se le nombró confesor del Seminario Pontificio, y cuatro años más tarde, al posesionarse de la diócesis de Solsona el doctor Vidal y Barraquer, nombra a Borrás secretario de cámara y gobierno y poco después vicario general.
El 2 de julio de 1934, el cardenal José Vidal y Barraquer le confería la consagración episcopal a su gran colaborador, primero en la sede de Solsona y luego en la tarraconense, y la Santa Sede le asignó la diócesis titular de Bísica. Hombre muy piadoso dejaba por doquier un halo de espiritualidad. Puso en marcha en Tarragona la Adoración Nocturna y la obra de Ejercicios Parroquiales y la Acción Católica tuvieron gran apoyo en el obispo auxiliar de Tarragona.
Los días 19 y 20 de julio de 1936 los jefes y oficiales de la escasa guarnición, que se hallaban comprometidos con el alzamiento, esperaron a ver como se desarrollaban los acontecimientos en Barcelona. Tras el fracaso del general Goded en la Ciudad Condal, el teniente coronel de Infantería Ángel Martínez Peñalver Ferrer, procuró mantener el orden y abortar cualquier intento de levantamiento, con lo cual la ciudad, dominada por el Frente Popular, recobró aparentemente la tranquilidad, que duró poco, pues días después, siguió una ola de crímenes, incendios, profanaciones de iglesias y asesinatos de sacerdotes, militares no adictos y civiles de derecha.
A las once de la noche del día 21, entraron en el palacio unos agentes del comisario de la Generalidad con orden de conducir al cardenal y al obispo al punto que ellos eligieran, con tal que no fuese en Tarragona capital. El cardenal aceptó decidiendo como destino el monasterio de Poblet. A los dos prelados se les acondicionó en la residencia del presidente del Patronato de Poblet.
El 23 por la tarde un coche con matrícula de Barcelona paró a la puerta del Patronato. Sus ocupantes reclamaron al cardenal Vidal y Barraquer. Con su secretario Juan Villadich partió el coche de los patrulleros. El vecino de Poblet, Guitert, telefoneó al Gobierno de la Generalidad para prevenirles del desaguisado cometido con su eminencia. Barcelona tomó medidas urgentes confiando al diputado Soler y Pla, con un policía a su servicio, la recuperación del cardenal y del obispo auxiliar. Antes de llegar a Montblanch, el coche de los patrulleros se cruzó con el del diputado.
Cumpliendo con la consigna del Gobierno catalán, salvaron al cardenal y a su acompañante, aunque aún tuvieron que luchar con los comités de Vimbodí y Montblanch, ya que no querían dejarse arrebatar esa importante presa. Monseñor Borrás, desde su despedida del cardenal sufrió una odisea. Se acordó en el Patronato de Poblet buscarle un escondrijo más seguro, habilitándole en un molino de la Casa Girona. El que hasta entonces había sido valedor del prelado, el señor Todá, llamó el día 24 de madrugada al jefe del comité de Espluga para informarle de la presencia del obispo en su casa. El coche de milicianos llegó a los pocos minutos, trasladando al obispo desde Poblet a Montblanch, recluyéndolo en una celda de la cárcel de este último pueblo.
Curiosamente el día 24 de julio la cárcel de Montblanch abrió una celda por la mañana para el cardenal y para Villadrich y otra por la tarde para el obispo auxiliar. Pero a la madrugada siguiente los emisarios de la Generalidad sacaron a Vidal y Barraquer, pidiendo éste que le permitiesen llevar consigo a su gran colaborador monseñor Borrás, pero no lo consintieron. El cardenal, una vez en Barcelona marchó a Italia merced a una intervención de la Santa Sede. Intentaron varias veces llevarse a Tarragona al obispo Borrás para deshacerse de él.
Al final, el 12 de agosto de 1936 bajo el pretexto de tener que declarar ante un tribunal de Tarragona, hicieron subir al obispo auxiliar en la caja de un camión, partiendo en dirección a Valls. Tras avanzar tres kilómetros y medio se detuvieron antes del Coll de Lilla. Le obligaron bajar a tierra y un par de descargas de fusil acabó con su vida. Recogieron entre todos un montón de leña seca, colocaron sobre él el cadáver boca abajo y le prendieron fuego.