Me gustaría transmitiros, fieles lectores del
Meridiano Católico, uno de los momentos de mi vida de los muchos que Dios me ha
concedido como grandes regalos, que son haber vivido con un gran santo, que fue
un loco a los ojos del mundo. Pero me da igual, para mí fue un Padre que nos
amaba a todos y en todos nuestros corazones dejó una semilla de su espíritu.
Lo que yo os quiero testimoniar no es más que una frase que, al decírmela, se
me quedó grabada en mi corazón.
Era un sábado de octubre, festividad de Sta. Margarita Mª de Alacoque, y el
mismo día celebraba el Padre su aniversario. Como era la patrona de nuestra
reunión de grupo del Centro de la mañana (obra apostólica entre la juventud
por la que tanto se desvivió), celebramos aquel hermoso día con algunas
patatas y bebidas. Una de nosotras trajo churros hechos la tarde anterior, que
por su apariencia parecía que estaban buenísimos, para poder celebrar ese día
felizmente. Nuestro amor de HIJAS nos llevó a invitar al P. Alba con aquellos
churros, ya que estaba en su despacho escribiendo la carta para los lectores de
la revista Ave María. Se trataba de un pequeño obsequio en agradecimiento.
Como era su aniversario, él nos invitó a unos dulces caramelos de menta y como
PADRE, consoló nuestros corazones con algunas de sus salerosas palabras que
levantaban los corazones. A cada una de las que estábamos allí nos fue
diciendo lo que él quería que fuéramos en el futuro para el bien de nuestras
almas. Empezó diciendo a una: "Tú te casarás con un hombre muy feo, y
como tendrás muchos niños, los traerás a este Colegio para que puedan ser
santos". A otra: " Tú serás Misionera de Cristo Rey y te irás a tu
tierra". Cuando me tocó mi turno me dijo: "Yo te quiero a ti de
misionera". Cuando me lo dijo vi que eso de ser misionera era para mi ideal
imposible de realizar: ¿el dejarlo todo para llevar a Dios a donde sea? Me
parecía demasiado, aunque yo me había criado en ese ambiente. Muchas
vocaciones hay en la familia: sacerdotes, misioneras, carmelitas; además, yo
iba cada Semana Santa a ayudar en el trabajo material y espiritual a las
Misioneras Rurales.
Ha pasado el tiempo y cada vez voy reflexionando más sobre las palabras del
Padre y lo voy viendo más claro que al principio. No es que esté diciendo que
tenga vocación, sino que las palabras del P. Alba, aunque fueron pocas,
llenaron mi corazón de ansias de un poquito de amor del Corazón de Jesús.
Quién sabe si Dios me llamará algún día para que vaya detrás de él,
llevando su amor a todos los corazones. Pidamos al Señor que se cumpla Su
Voluntad, y que el P. Alba dirija y haga crecer esa semilla de vocación que él
lanzó en mi corazón.
Mª del Carmen Sellas Vila