GRACIAS SEÑOR
Últimamente, se nos está amontonando el trabajo. ¿No será que estamos pasando una crisis de tener mucho y de valorar poco? Y parece mentira, las gentes ansían que les hablen de Dios, que les solucionen, desde Dios, los problemas internos o espirituales que nuestra sociedad materialista no puede solucionar, tan sólo brindar un pequeño contento externo. Pero es evidente, al corazón, apresado por tantas cosas, le falta respirar y el corazón respira con un aliento, hoy, un poco difícil de encontrar: el amor. Y Dios es amor.
El día, como les decía, había sido agobiante, de actividad febril. El Fin de semana no favorece en nada a un misionero para descansar. Yo lo había pasado en jornada continua con los jóvenes: tres días seguidos: charlas, animaciones, precisar horarios, confesiones, Misas, Rosarios, procesiones, vigilia de la luz, reuniones de coordinación, etc. etc. Era lunes. Por la mañana, clases: tres horas seguidas. Corregir pruebas.... unas cuantas confesiones. Llegar a la casa: examen de conciencia, ángelus y almorzar. Un saludo más cariñoso para los de casa .....
Comentar las cosas más relevantes y organizar la tarde Me iba a echar la siesta, pero una llamada por teléfono Una visita Los novicios que querían ensayar un canto Ya se hizo la hora y tenía que ir a confesar a mis monjitas. Agarré mi "combi" y en media hora me planté en su casa. Noté que me agitaba cuando caminaba. Apenas unos cien metros. "¡Qué raro! Pero bueno, será
sugestión. Ahora toca confesar, así que invocaré al Espíritu Santo para que guíe mis consejos"así pensaba en mi interior. Pero mi cuerpo dijo: "no puedo más". Y pobres hermanitas. Me quedé dormido. Felizmente me supieron comprender y, por una vez, me perdonaron ellas a mí: "Mejor, Padre descanse usted un poquito y regresa otro día".
Pero como recompensa a mi sueño, me dieron un licorcito que resucita muertos y que ellas misma elaboran, y un pedazo de pizza. ¡Lástima que no podía ingerir ni un miligramo! Pero, aunque avergonzado, tuve que asumir que tenía que tomarme en serio un descansillo.
Volví sobre mis pasos, a mi casa, a descansar... pensando que triste la vida: tanto que hacer y una salud tan pobre que no aguantaba un poco de "trote" por el Señor. ¡Qué débiles somos! Sin darme cuenta yo mismo me iba hundiendo en mi propia miseria. Así, hundiéndome en esos crudos pensamientos, llegué a mi casa entristecido, abatido. Estaba ya abriendo la puerta y me llama un señor desde mitad de la calle.
Padre, padre.
Díme, hijo.
Padre, estaba buscando una persona como usted... para poder explicarme algo que me agobia.
Habla hijo. Pero vayamos al grano porque estoy cansado....
Padre, ¿qué se le puede decir a una persona que le han fechado la hora de la muerte?
La pregunta me dejó helado, lo confieso y titubeé un poco antes de responderle.
¿Esa persona eres tú? le pregunté.
Me han dado un mes de vida.... Silencio de ambos. Él lo rompe, yo no me atrevo. En mí, se baten dos situaciones: la suya y la mía. Y me siento miserable por haberme quejado de Dios en mi cansancio.
Padre, Dios ¿me quiere?
Fíjate sí te quiere... más que a mí. Yo no sé cuándo me voy a morir, pero tú sí. ¡Qué suerte tienes!
¿Por qué, padre? Es una suerte morir.
Lo que es una suerte es saber cuándo te vas a morir. Hijo en un mes, ¿ tú sabes las cosas buenas que puedes hacer por Dios? Lo primero, prepararte....
Dios santo, ¿cómo no lo he pensado antes? Eso es hermosísimo, padre. Dios me está diciendo que aproveche el tiempo, que le ame todo cuanto pueda y que haga feliz la vida a mis hermanos. ¡gracias Señor, qué bueno eres!
No me dio tiempo a decirle nada más. Se iba calle abajo con las manos juntas sobre el pecho. Iba orando. Entré en mi casa y al cerrar la puerta, me dí cuenta de que yo mismo iba repitiendo esa sencilla plegaria: "gracias Señor". ¿Qué curioso? Hace cinco minutos, estaba ante la puerta de mi casa, casi quejándome de Dios y viendo la miseria de mi salud.... y ahora, detrás de esa misma puerta, le estaba dando gracias.
Sí, Dios de bondades, gracias por haberme hecho ver una cosa tan sencilla a través de un sencillo señor. Gracias por haberme hecho sacerdote y misionero de Cristo Rey, porque a través de mí persona sabes dar a los hombres que te buscan consuelos que necesitan, los consuelos de tu infinito y misericordioso Corazón. Gracias por mi hábito, porque a través de él, Tú hablas a los hombres y les atraes hacia ti. Gracias por todos los cansancios que por Ti puedo pasar, porque son motivo de redención. Gracias por dejarme vivir, porque puedo engendrar en los demás ansias de Vida, marcarles un Camino, orientarles hacia la Verdad .......
Por tantas cosas.... gracias, Señor.
P. Javier Andrés Ferrer mCR
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