Introducción
Con mucho empeño y esfuerzo económico de mis padres, cuando iba al colegio,
era al de San Ignacio de Sarriá. Era un colegio en el que asistíamos todos
diaria y obligatoriamente a Misa. Todos, los mas de mil alumnos con todos los
profesores. Primero pertenecíamos a la Cruzada Eucarística y después a la
Congregación Mariana, que se llamaba "de la Inmaculada y San Luis Gonzaga".
Visitábamos hospitales los domingos por la mañana y, por la tarde, dábamos
catequesis en muchas parroquias de Barcelona, dando meriendas y haciendo cine.
Nos queríamos mucho. Nunca olvidaré cómo rezaron un Padrenuestro por la
curación de mi padre los 200 niños de la parroquia de Santa Engracia en el
barrio de Verdún a principios de 1958. Si mi padre no se hubiera curado, yo
ahora no estaría aquí. Por Navidad repartíamos lotes y en verano teníamos
campamentos y concentraciones. Todos los alumnos rezábamos el mes de mayo en la
capilla, entrando en ella de nuevo por la tarde, y cada día después de comer,
rezábamos el rosario en la clase. Nos preparábamos para el día de la
Inmaculada con la novena a la que asistía todo el colegio, por la tarde en la
capilla grande, y lo celebrábamos con un Rosario de la Aurora y procesión
vespertina en la que tocaba la banda del colegio. La fachada del colegio se
cubría con una cascada de fuegos artificiales y en todas sus ventanas lucían
miles de farolillos. Lo mismo sucedía el día del Sagrado Corazón. Los
antiguos alumnos se reunían en el colegio con sus familias el "día del
antiguo". Cada año asistíamos a los Ejercicios Espirituales, primero
abiertos y luego cerrados. El último curso en la Santa Cueva de Manresa.
Cada año entraban varios alumnos en la Compañía de Jesús y algunos antiguos
alumnos marchaban a las misiones. El día del Domund recogíamos limosnas por
las calles de toda Barcelona. El día del Corpus, participábamos en la
procesión de Barcelona.
Una beatería, dirían ahora, verdad? Pues no. Por supuesto, nos educaban bien
para cualquier cosa. Verdaderamente "el espiritual juzga de todo" dice
Santo Tomás, citando a Aristóteles. Solamente en mi clase (es decir, una
cuarta parte de mi promoción de 1959) y sin buscar mucho, puedo poner algunos
ejemplos: Ignacio de Solá Morales Rubió, arquitecto de la reconstrucción del
Liceo, José Mª Caralps Riera, cirujano que realizó el primer trasplante de
corazón en España, José Manuel Basañez Vilalluenga, que ha sido consejero de
economía de la generalidad de Cataluña, José Luis Jové Vintró, director de
Aguas de Barcelona, Miguel Vila Despujol, (Consejero Director General del grupo
Endesa), Vicente Villanueva Ochoa, gerente de la Clínica Universitaria de
Navarra durante muchos años. Qué stultos son los que eluden la formación
religiosa.
El ambiente fuera del colegio resulta inimaginable a la juventud de hoy. En
aquellos años se celebró el XXXV Congreso Eucarístico internacional en
Barcelona. Hubo ordenaciones sacerdotales en un campo de fútbol. Fue
impresionante ver a centenares de ordenandos postrados en el césped mientras se
cantaban las letanías de los santos. De todos los balcones de Barcelona
pendían damascos y banderas, y por las noches se iluminaban con cruces hechas
de bombillas. Se levantó un imponente altar en la plaza de Pío XII, que se
inauguró entonces, y allí se clausuró el congreso con una Misa. El público
participante llenaba toda la diagonal. Durante todos los días del congreso era
imposible ver un taxi libre dada la gran afluencia de forasteros y extranjeros.
En aquellos tiempos, el viernes santo se suspendían todos los espectáculos y
se detenía la circulación de autobuses y tranvías y, por supuesto, también
la de los vehículos particulares. Eran fiesta laboral el Jueves Santo, el
Corpus Christi y el Día de la Ascensión, que se decía, eran los jueves del
año que relucían más que el Sol.
El encuentro con el Padre Alba
Terminado el colegio, los congregantes marianos ingresábamos automáticamente
en la congregación mariana de universitarios, que también se llamaba de la
Inmaculada y de San Luis Gonzaga. Allí encontré al Padre Alba, en el verano de
1959. Era su subdirector. Nos mandó a una escuela donde pudimos equilibrar
nuestra formación religiosa con los estudios superiores, como aconseja la
Iglesia y mantuvo el espíritu y la acción que traíamos del colegio.
La historia
De repente me pareció como si alguien hubiera abierto un pozo del que empezó a
salir humo y langostas. Después me enteré de que ya habían aparecido antes,
pero yo no lo noté. El padre Solé escribió a Roma advirtiendo de esto en
1950. En mis años de colegio, mi maldad se debió únicamente a mi malicia
personal, no a la influencia de las langostas y el humo. El humo oscureció el
Sol y las langostas empezaron a picar con sus aguijones. Algunos congregantes se
convirtieron en langostas y empezaron a guerrear contra el Padre Alba. Cuando
esos progresistas consiguieron que le echaran de la casa de las congregaciones
marianas, yo me sentí expulsado también y me fui con él. Gracias a Dios,
acerté, porque de las congregaciones marianas no quedó nada en Barcelona al
poco tiempo. El edificio de Balmes Rosellón se vendió por unos millones y el
comprador lo revendió, al poco tiempo, por muchos más. Un éxito. Por sus
frutos los conoceréis. No dan ni frutos económicos, como me decía Mn. Ricart
cuando lo del fracaso del comunismo en Rusia: "han fracasado en lo suyo,
que, como decían ellos mismos, es la economía".
Cuando unos integristas, que por cierto, habían visto repoblada la juventud de
su grupo por los congregantes que les había mandado el P. Alba, le abandonaron,
yo me quedé con él. También, gracias a Dios, acerté.
Acerté porque he podido enviar a mis hijos a un colegio igual que el mío. En
la Unión Seglar de San Antonio Mª Claret he tenido lo que tenía en la
congregación mariana, la liga de perseverancia de ejercicios, las procesiones,
la adoración nocturna, la formación, las misiones, y hasta la asociación de
antiguos alumnos, que yo había abandonado el día que me dijeron que habían
cambiado el reglamento quitando que su fin era trabajar por el Reino de Cristo
en el mundo, ha sido para mí los retiros en el colegio de Sentmenat con todas
las familias.
Una de las excusas que los progresistas daban para no ir a dar catequesis a las
parroquias era que, según decían, eso era paternalismo y que había que
integrarse con los catecúmenos, no darles una lección y abandonarlos. Yo tengo
la satisfacción de que, con el Padre Alba, nos integramos hasta formar familia
con ellos. Las congregaciones marianas han cambiado de nombre: ahora se llaman
comunidades de vida cristiana. Nosotros hemos dado el nombre de "La
Inmaculada y San Luis Gonzaga" a la Asociación Juvenil que hereda el
espíritu de la Unión Seglar de San Antonio Mª Claret, como un padre que da su
apellido a sus hijos, y hemos podido darles la totalidad de nuestra amistad, y
muy totalmente ya que los que podrían haber participado de ella, nos la negaron
por seguir al Padre Alba.
Y otra prueba de que acerté ha sido los milagros: la compra del colegio, le
peregrinación a Santiago, la beatificación de la Madre Maravillas, la de las
mártires carmelitas de Guadalajara. En todas estas cosas pareció que el Padre
Alba era un profeta adelantado.
Cuando pareció que todo estaba perdido y que Antonio Turú y Manuel Martínez
Cano morirían de inanición en el nº 123 de la calle Diputación e Isabel y
Jerusalén igualmente en el piso de la calle Muntaner. El Padre alba rezó y
trabajó obedeciendo a Jesucristo que dijo: "cuando os echen de una ciudad,
id a otra. En verdad os digo que no se os acabarán las ciudades de Israel antes
de que vuelva el Hijo del Hombre". Habló con Monseñor Guerra Campos y
éste le entendió. Por esto, al fin, cuando Monseñor Guerra Campos vino a
morir al colegio, pude decirle, delante del padre Alba: "tengo la esperanza
teologal, de poderle agradecer eternamente lo que ha hecho usted por la
educación de mis hijos". Ante su sorpresa le aclaré: "mire, señor
Obispo, yo había decidido seguir por el túnel de la persecución progresista
hasta la muerte, esperando sólo el juicio universal, pero desde que usted
ordenó a los padres Cano y Turú, hemos seguido el viaje de la vida, con
sufrimientos también, claro…" y Monseñor Guerra apostilló: "sí,
pero con paisaje".
Las naves del Padre Alba nunca se separaron de la flota de la Iglesia y dentro
de sus mamparas no he notado el oleaje del mar que nos rodea, ni he tenido que
esquivar los mordiscos de sus tiburones. Nunca oí del Padre Alba nada que fuera
contra la Fe ni las costumbres de la tradición de la Iglesia, incluso en los
momentos peores de los efectos de su tumor cerebral. Lo digo en contra de los
cenizos que a mí me profetizaron su desviación muchas veces y nunca le
pidieron perdón.
Conclusión
Este es el resumen de lo que quiero decir: no se puede decir que soy un
nostálgico, como los progresistas califican a los que nombran tradiciones
perdidas, porque yo no he tenido nostalgia de nada. Lo he tenido todo. Todo
igual como lo imaginé en los sueños de mi juventud, como lo quería y
necesitaba. Con el Padre Alba era con quien hacíamos lo que queríamos. Han
mentido los que no lo han reconocido. Recuerdo que un día, hablando con el
padre Solé Romá, yo me quejaba de lo desagradable y agotador que es intentar
convencer a los que no quieren ver. Entonces él, con una pícara sonrisa, me
consoló diciendo: "bueno, pero nosotros seguiremos hablando del
Apocalipsis". Así he vivido sin nostalgia, con el Padre Alba., hablando y
haciendo, olvidándome de "lo otro y de los otros", que van
desapareciendo, viviendo con todo a mi alrededor como si nada malo pasara y
consiguiendo lo que deseaba y necesitaba.
El momento más feliz, en cuanto a pinchar su humildad, fue en un campamento en
el que me encargaron le diera el regalo que le habían comprado por el
aniversario de su ordenación sacerdotal un 31 de julio. Le dije: "estoy
convencido (y ahora también) de que después de haberle conocido a usted, una
de las cosas que menos me sorprenderá en el cielo, será conocer personalmente
a San Ignacio". Pobre, se quedó sin palabra, cosa difícil, dada su
genialidad.
No fui tras el Padre Alba como un protestante librepensador que busca el pastor
que le gusta. Cuando lo de la expulsión por parte de aquellos progresistas,
permanecí con él porque era la autoridad que la Providencia me daba en cuanto
a mi acción católica se refiere. Por eso mismo he dicho al P. Turú que ahora
la antorcha la tiene él y me he puesto bajo su obediencia. Y tampoco le
abandoné cuando lo de aquellos integristas, por lo mismo que San Pedro le dijo
a Jesucristo: "Señor, si no es a Ti, ¿a quién iremos?". Los demás,
fueran del color que fueran, no tenían "palabras de vida eterna".
Sólo tenían envidia. Me di cuenta de esto un día subiendo a Montserrat al ver
los dos kilómetros de peregrinos jóvenes y niños que subían a pie, desde
Collbató, la montaña santa tras el Padre Alba. A los demás no les sigue
nadie. Tienen que ir cambiando su corrito de aduladores continuamente hasta que
acaban con una depresión o lideran un piquete para matar monjas y curas.
Agradecimiento
Una vez que el Padre Alba me pidió que hablase a su Unión Seglar, me dio como
título "Todo es Gracia". En la historia ha sido raro que un jesuita
diga esto. El Padre Alba era jesuita, y por tanto antiprotestante, y por esto es
muy raro que un jesuita diga "todo es gracia". Por eso Fco. José Fdez.
de la Cigoña dijo un día que el P. Alba "era un jesuita rarísimo",
pero esto lo explicaré en Zaragoza.
Cuando salía del colegio de Sentmenat el día que vi a Monseñor Guerra Campos
vivo por última vez, al salir con el coche, como me miraba, bajé la ventanilla
y le grité: "qué Dios se lo pague" y respondió inmediatamente:
"sólo he sido un instrumento", y yo le contesté muy fuerte, con el
coche en marcha, alejándome, para que ya no me pudiera contestar: "sí,
pero a los instrumentos también hay que agradecérselo, porque a veces
fallan". Ahora, como "todo es gracia" acabaré diciendo: Gracias,
Señor. Y como los instrumentos a veces fallan, y el Padre Alba ha sido fiel,
tengo que decir también: gracias, Padre Alba.
Manuel Mª Domenech Izquierdo