Queridos hermanos en el sacerdocio de Nuestro Señor Jesucristo.
Queridas hermanas Misioneras de Cristo Rey.
Queridas hermanas del Padre José Mª Alba Cereceda y familiares todos.
Queridos hijos de la Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia, católica, apostólica y romana.
Estamos celebrando el santo Sacrificio de la Misa en sufragio por el eterno descanso de nuestro queridísimo Padre José Mª Alba, un jesuita extraordinario como se deduce de la carta que el Padre General de la Compañía de Jesús, PeterHans Kolvenbach, S.J., envió con motivo de los cincuenta años en la Compañía de Jesús de nuestro Padre.
Este mediodía, ante los restos mortales del P. Alba, me decía el Dr. Alsina, Presidente de la sección de la Adoración Nocturna del Tibidabo y Vicepresidente de la Adoración Nocturna de España, que le había llamado Mosén Muñoz, canónigo de la Catedral y consiliario de la Adoración Nocturna de Cataluña, para decirle que no podía estar presente en Sentmenat porque estaba en Santander, y que le había dicho estas palabras: “Ninguno de nosotros hemos llegado a la altura de la suela del zapato al P. Alba”.
Ahora mismo, cuando veníamos hacia la parroquia, le he preguntado a un grupo de niñas del Colegio de unos 10 años: “¿Ya sabéis que el Padre Alba está en el cielo?” “Sí, ya los sabemos.” Yo pensaba, porque lo han mamado desde pequeñitas, que iban a decir “porque ha muerto con el escapulario puesto y hoy es sábado”, y no, a coro han añadido: “Sí, está en el cielo porque era muy bueno”.
En la esquela que se ha publicado en los periódicos habéis leído una síntesis de su labor sacerdotal. Y es verdad que era muy bueno y porque era muy bueno fue un luchador nato. Siempre estuvo en las trincheras de Dios, combatiendo los nobles combates de la fe. Ayer mismo, en su cama, fue un cruzado de la fe, en todo el sentido de la palabra. La autodemolición de la Iglesia, denunciada angustiosamente por Su Santidad Pablo VI, la vivió él en el epicentro del seísmo y en lo más profundo de su corazón. Por eso, junto con otros sacerdotes y religiosos de Cataluña decidieron fundar la Asociación de Religiosos y Sacerdotes de San Antonio María Claret, para luchar, cuerpo a cuerpo, contra los enemigos declarados de la Iglesia y contra los que denunciaba el Papa, los traidores de dentro, que son mucho más perversos.
Pocos meses después fue cofundador también de la Hermandad Sacerdotal Española, para que el humo de Satanás que penetraba en la Iglesia, como decía el Papa, no infectara la tierra de María Santísima, nuestra Patria, la Nación de eterna Cruzada.
El 26 de junio de 1969 fundó en la Merced la Unión Seglar de San Antonio María Claret. Hombres y mujeres, jóvenes y niños de esos tiempos en las Congregaciones Marianas y en la Obra de Ejercicios, junto con feligreses de parroquias de sacerdotes celosos y piadosos, se unieron para combatir los nobles combates de la fe, en todos los ambientes. Yo he conocido y no me invento nada a la sombra protectora del P. Alba, a más de cien jóvenes que se han consagrado a Dios en la vida misionera, en la vida contemplativa y en la vida sacerdotal. Y también a matrimonios jóvenes que quieren vivir de verdad la santidad en el matrimonio, sin miedo a la paternidad y a la maternidad, tan santos como los que se marcharon en cuerpo y alma, tras la bandera de Cristo Rey.
Aquí, en Sentmenat, nuestro Padre fundó el Colegio del Corazón Inmaculado de María que ya ha dado a la Iglesia tres sacerdotes Misioneros de Cristo Rey en tan poco tiempo, cuatro aspirantes a Misioneros de Cristo Rey, un novicio a una congregación religiosa, tres carmelitas y tres misioneras. Del Colegio han salido cientos de jóvenes responsables que se han tomado en serio la fe de su Bautismo y su vida cristiana.
A todos nosotros, nos ha enseñado el P. Alba a combatir los nobles combates de la fe, a seguir hasta la muerte a nuestro sumo y eterno Capitán, nuestro Rey y Señor, Cristo, y a su Santísima Madre, nuestra Reina y Señora. La consigna que nos ha dejado para siempre es el “magis” de S. Ignacio, de la Compañía de Jesús: ¡Por Cristo! ¡Por María! ¡Por España! ¡Más, más y más! Siempre más.
En el mensaje que nuestro Padre grabó para las Carmelitas de Tiana (nueve hay allí salidas de la Unión Seglar de San Antonio María Claret, veinte en toda España) que oímos el 31 de diciembre en la Hora Santa, con una voz que no se parecía en nada a la suya, entre otras cosas les decía: “Os ruego que roguéis por mí, para que se haga en mí la voluntad divina. Me gustaría volver a recuperar la salud pero la quiero a condición de no cometer jamás ningún pecado, sino más vale no tener salud, porque lo más importante es dar gusto a Jesús y a María y dar gloria a Dios... No seáis niñatas de espíritu, sino varonas del espíritu como os quería vuestra santa Fundadora. Los tiempos no están para pequeñeces, sino para grandezas. Amén. Así sea”.
La víspera de Reyes Magos, cuando venía de dar Ejercicios, coincidí con el Padre Provincial de los Jesuitas de Cataluña, P. Pere Borrás Durán, S.J.; entramos juntos a ver al P. Alba que estaba en la cama. Podía hablar muy poco, pero yo oí perfectamente estas palabras: “Lo ofrezco todo por la Compañía de Jesús, por la conversión de Rusia y de Israel”.
El martes pasado, haciendo un esfuerzo que solamente él podía hacer, apoyado en su hermana religiosa y el P. Ignacio Borrull, MCR, subió a la clase de 2º de Bachillerato, los que terminan este año. Entré, oí como les daba las gracias a ellos en nombre de todo el Colegio, porque sabía que estaban rezando mucho por él. Y llorando les dijo estas palabras: “Yo sólo quiero la mayor gloria de Dios”. Es lo único que nos ha inculcado a todos nosotros, lo que aprendió y vivió en su Compañía de Jesús: la mayor gloria de Dios.
El día de Reyes estaba afeitándose apoyado en un misionero de Cristo Rey y en una misionera de Cristo Rey. Pasé y me dijo: “Déjame que me apoye en ti”. Y después quiso que le acompañara hasta su habitación. “Siéntate junto a mí”, y me habló con la ilusión de un niño de su último proyecto: la residencia para estudiantes que quieran formarse bien; me habló de otras cosas, pero eso lo llevaba en su corazón. Después me cogió y apretó mi cabeza con mucha fuerza y varias veces, contra su pecho, contra su corazón, contra su cara. Y varias veces me dijo: “Cano, tú no me abandonaste, siempre has estado conmigo”. Y yo, que he sido un perro muerto, hoy por el celo apostólico de nuestro Padre, por su caridad infinita, y solamente por eso, soy Misionero de Cristo Rey. Otros tampoco le abandonaron, sobretodo el P. Turú, Superior General de los misioneros de Cristo Rey, e Isabel Lamarca y Jerusalén Torra, misioneras de Cristo Rey.
Lo que más le he oído repetir en estos últimos días a nuestro Padre ha sido una cosa que le he oído muchas veces, pero ahora constantemente: “Nosotros somos una comunidad de amor”. Y en esa comunidad de amor, y lo digo en nombre del P. Alba, puede entrar todo el que quiera, porque Dios es amor. Y los hijos de Dios debemos amarnos de verdad, tal y como somos, porque así nos ha hecho Dios.
Antes de pasar a la lectura de las dos últimas cartas que dictó nuestro queridísimo Padre Alba, una el día 9 dirigida a todos los que estamos aquí y a los que no han podido venir y la otra a los misioneros que tenemos en Hispanoamérica, en Perú, voy a terminar como terminamos al arriar banderas en Campamentos. Santos gritos que tienen que ser jaculatorias sagradas que nos impulsen a seguir la Cruzada que iniciaron aquellos sacerdotes santos, ante la angustiosa llamada del Papa, para que el humo de Satanás no penetrara en los corazones de los católicos. Son vivas santos, que hasta los pequeñitos entienden perfectamente, porque sus corazones están sanos.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Papa! ¡Viva España Católica!