APÓSTOL DE LA JUVENTUD

A unos alocados adolescentes que cursaban sus estudios de Bachillerato en el Centro Escolar Atlántida de Barcelona, balbucientes en la fe e ignorantes de la vida, vino a socorrerles la Divina Providencia con la ilusión y la prudencia de un ejemplar sacerdote jesuita cuya sabia pedagogía infundía con el respeto una grande confianza en su persona. De su mano todos se iniciaron en la práctica de los Primeros viernes de mes, muchos conocieron la Adoración Nocturna del Tibidabo, y algunos se afiliaron a la Unión Seglar de S. Antonio Mª Claret. Al terminar los estudios de secundaria y antes de dispersarse, estos jóvenes decidieron formar un grupo de amistad que, si bien empezó siendo casi exclusivamente de orden natural, de la mano sabia, prudente y firme del Padre fue escalando poco a poco miras más elevadas de caridad sobrenatural. Este grupo fue el germen de la actual Asociación de la Inmaculada y de S. Luis Gonzaga, que es la rama juvenil de la Unión Seglar. De aquí arrancan, y de esto hace más de treinta años, mis primeros contactos con el P. José Mª Alba. El resto fue un rosario interminable de favores: la formación y la piedad recibida en las reuniones semanales ; los cenáculos mensuales en familia ; las velas ante el Señor en la Adoración Nocturna; el apostolado estival de los campamentos; el alma a solas con su Creador en los Ejercicios Espirituales de S. Ignacio; procesiones, propagandas, conferencias, salidas, viajes, ... en fin, todo lo que va contribuyendo a formar el entramado humano y espiritual de un cristiano. Por si esto fuera poco, el P. Alba fue el ministro de mi matrimonio, bendijo mi hogar, bautizó a mis hijos, de él recibieron la primera comunión y de sus enseñanzas y ejemplos fueron beneficiarios. La puerta siempre franca de su despacho, al igual que la de su corazón, era una invitación constante a la confidencia, al consuelo o al favor. En fin, su firmeza ha sido siempre un sí que me impulsaba a obrar el bien o un no que salía en defensa de la honra de Dios. De su palabra he aprendido, de su favor me he beneficiado y de su ejemplo trabajo y vivo. Tanto tengo que agradecerle que le pido a Nuestro Señor que le premie como sólo Él sabe y yo no puedo.

José Antonio Roca