Conocí la Unión Seglar en el año 1973 y con ella
al P. Alba; ya, anteriormente, había conocido en los retiros mensuales, y los
anuales, al P. Piulachs. En verano de 1973 llevamos al P. José Mª, con sus
doce años, y a su hermana Mª Teresa, con diez, a los campamentos de Falset –
Tarragona, y a partir de aquí la familia Escudero Aguilar nos incorporamos de
pleno a la Unión Seglar en todas sus actividades: Ejercicios Espirituales,
retiros, cenáculos, etc. Pero los que de verdad se entregaron fueron nuestros
hijos; desde el primer campamento se adaptaron, de tal manera, que manifestaron
que era donde verdaderamente se sentían felices con sus amigos, amigas, sus
juegos, excursiones, etc., y en especial con su dirección espiritual.
Todo cuanto acontecía en el Centro era su vida, sin necesidad de cines,
discotecas, bebidas, ni drogas. Pero, claro, tenían la dirección del P. Alba y
si se quiere ser santo, clamamos ¡Muéstrame cómo! él así lo hizo con su
ejemplo, de ahí tantas vocaciones para Dios, matrimonios cristianos, jóvenes
que quieren vivir heroicamente en estos tiempos de superficialidad y
relajación. Todos dentro de esta gran familia de Dios que es la Unión Seglar,
cuyo único fin es conseguir el reinado de Jesucristo en la sociedad.
Yo creo que el P. Alba no murió, marchó con Dios. Creo que, sencillamente, su
muerte fue una marcha hacia Dios. "El que cree en mí aunque haya muerto,
vivirá" y el P. Alba vive y seguirá viviendo porque creía en Él.
Las enseñanzas del P. Alba demostraron que él no buscaba otra cosa que la
Gloria de Dios y el bien de las almas. Dios habla a través de otros; el P. Alba
quiso ser un instrumento en las manos de Dios y de él hemos recibido una gran
herencia espiritual. Él se fue, pero queda entre nosotros, él que propagó la
fe, vive con Dios; no solamente debemos agradecer cuanto hizo, sino también
recordar su ejemplo tan digno de imitación e imitarlo.
El P. Alba murió en olor de Santidad, es el testimonio de la gente y a la hora
de adjudicar santidad la gente tiene una intuición que les permite discernir
entre lo que siente de verdad o el fingimiento y reconocer a quienes de verdad
se encuentran cerca de Dios.
Eran tantos los que acudieron: familiares, hermanos misioneros, misioneras,
seminaristas de Cristo Rey, sociedad fundada por él, amigos sacerdotes y la
Unión Seglar en pleno acudimos a darle nuestro último adiós. Llegaban a su
cuerpo presente y le besaban, oraban, pasaban rosarios y estampas, se
arrodillaban, rezaban a su lado con lágrimas en los ojos, pero nos queda ahora
el consuelo de que le tendremos por intercesor en el Cielo, porque hemos de
pensar que en la Resurrección Universal, el cuerpo resucitará para unirse con
el alma que no murió. El cristianismo es vida.
El P. Turú nos dijo que, cuando le dio la triste noticia de que su enfermedad
era mortal, el P. Alba la recibió con la resignación con que ofreció sus
sufrimientos al Señor. Por eso me ha parecido bien añadir este poema de
Claudet: " He aquí la tarde, ten piedad de todo hombre, Señor, en el
momento en que termina su tarea se presenta ante Ti como niño del que examinan
las manos. Las mías están en paz. He acabado mi jornada. Sembré el trigo y lo
he segado y con el pan que he hecho, todos mis hijos han comulgado. Ahora he
terminado. Estoy en el umbral de la muerte y una alegría inexplicable hay en
mí". Y es que el P. Alba creía en la Resurrección.
José Mª Escudero Pisa