NIETO MARTÍN, Eustaquio.
Obispo de Sigüenza. (18661936).
Nació en Zamora el 12 de marzo de 1866. Una vez realizada la carrera eclesiástica, fue coadjutor de Santa Isabel, de Madrid, ecónomo de Santa María la Mayor, de Alcalá de Henares, y párroco de la Concepción, de Madrid. Consagrado obispo de Sigüenza el 28 de marzo de 1917.
En el 18 de julio de 1936, Sigüenza se mantuvo durante una semana en una situación de perplejidad, en la que era igualmente posible incorporarse a la España sublevada o permanecer en el cuadro republicano. Las milicias rojas, ya consolidadas en Madrid, invadieron la provincia de Guadalajara, siendo ocupada la capital diocesana de Sigüenza en la mañana del 25 de julio.
La primera víctima de la represalia antirreligiosa fue el presidente de los Jóvenes de Acción Católica, José Mª Martínez, que cayó acribillado en el balcón de la Casa del Pueblo. Las patrullas de milicianos se dirigieron rápidamente a la residencia episcopal, sacando a empellones al obispo hasta la vecina plaza de la Fuente de Guadalajara, donde fue insultado y maltratado. Luego lo reintegraron a su residencia. Ante una tentativa de evasión a cargo de dos canónigos de la catedral, monseñor Nieto se negó en redondo, ya que quería seguir donde estaban sus ovejas. Las horas transcurrían con continuos sobresaltos, que obligaron al obispo a trasladarse del palacio episcopal al Seminario y del Seminario al palacio. Mantuvo estrecho contacto con los padres claretianos, cuya comunidad corrió una suerte trágica, llegando a perder cinco de sus miembros.
Convencido el señor obispo de las siniestras intenciones de los milicianos, se pudo ocultar en unas bóvedas del Seminario, acompañado del estudiante claretiano Conceso Ruiz. Un grupo de pistoleros forzaron al claretiano padre Porras para recorrer las dependencias del palacio y Seminario, llamando en voz alta al obispo haciéndole creer que lo buscaban para salvarlo. Ante la voz implorante del padre Porras, obtuvo respuesta desde un rincón de la bóveda por parte de monseñor Nieto, presentándose a los milicianos junto con Conceso Ruiz. A partir de entonces ya no disimularon sus perversos propósitos, negándole incluso el agua que pidió el obispo. Lo subieron a un coche con dirección a Alcolea del Pinar, y en el kilómetro 4 en dirección a Estriégana, lo bajaron y allí mismo, dando vivas a España y a Cristo Rey, fue fusilado. Era el 27 de julio de 1936. Posteriormente fue sometido a varias cremaciones vejatorias y arrojado al fondo de un barranco.
El 5 de agosto de 1936, unos soldados del Ejército Nacional, que realizaban una incursión en el paraje, trasladaron los restos del obispo al cuartel de Alcolea del Pinar. Se reconoció el cadáver por el pectoral que se hallaba a su lado y por un ancho cinturón que usaba. Ante sus restos desfilaron las fuerzas de la guarnición, como homenaje póstumo, recibiendo sepultura en la ermita de San Roque, donde descansaron hasta su traslado definitivo a la reconstruida catedral de Sigüenza el 9 de octubre de 1946.
El primer obispo víctima de la persecución religiosa fue también el primero en recibir una triunfal apoteosis de veneración a los diez días de su heroico sacrificio.