LA CONFUSIÓN VISTA POR LOS PASTORES

 

La verdad de Cristo es nuestra luz. Para no perderla de vista en medio de la confusión, hemos tenido que recordar algunos criterios orientadores. Más agradable hubiera sido dar sólo el alimento sabroso de la doctrina de la fe. A ella volveremos, Dios mediante. Pero cuando hay una epidemia, no es menos necesario proporcionar la medicina. El hecho de la confusión lo habíamos condensado en estas palabras: "En el seno de numerosos grupos, desde publicaciones, cátedras de enseñanza religiosa, y a veces desde la misma predicación sacerdotal, se vierten como doctrina de la Iglesia ideas contrarias a la misma; al parecer, sin una desautorización eficaz".

Algunos se preguntarán, inquietos: ¿Advierten este hechos los pastores? Como respuesta, permítanme dedicar este breve espacio a leer algunos textos oficiales recientes; todos del último año. El Papa, que no cesa de referirse al problema en centenares de ocasiones, al cumplirse cinco años después del Concilio dirigió una exhortación a todos los obispos del mundo, invitándoles a transmitir la verdad de Dios en su integridad y pureza a los hombres contemporáneos, con valentía, no sólo de manera colectiva, sino asumiendo cada uno su responsabilidad personal. "Numerosos fieles decía se sienten turbados en su fe por un cúmulo de ambigüedades, de incertidumbres y de dudas en cosas que son esenciales". En el último sínodo de obispos se presentó un balance de estos años posconciliares. De los fenómenos negativos "el que más preocupa es, ciertamente, la aguda crisis de fe, al menos en lo que se refiere a la aceptación de su contenido objetivo; y la difusión de teorías, afirmaciones e hipótesis que están en clara oposición con la enseñanza tradicional de la Iglesia... La difusión de tales teorías y afirmaciones entre el pueblo cristiano, por medio de la prensa y de los otros medios de comunicación social, ha provocado un grave confusionismo en los fieles, y en algunos una verdadera crisis de fe y de comportamiento moral". Entre las manifestaciones de obispos españoles, espigamos unas pocas: "Me siento obligado a salir al paso de algunas desviaciones que se airean en ciertas revistas y escritos, en algunas conversaciones y lecciones, y que pueden afectar a la fe y a la moral" (Mons. Añoveros, obispo de Bilbao). "Si el Papa ha velado las armas en defensa del depósito de la revelación, como fiel y autorizado maestro, no se podría hablar así de los pastores en general. Mientras por una parte se ha guardado un silencio excesivamente prudente, habiendo obligación de hablar, por la otra se ha intentado construir un catolicismo sin fe y una vida sin religión" (Mons. Barrachina, obispo de OrihuelaAlicante). "Hemos de esforzarnos (los sacerdotes) en exponer la palabra de Dios en su integridad y pureza. Porque, el que es simple depositario de una doctrina para transmitirla a los demás, no tiene derecho a añadir, quitar o variar nada de ella... 

El hecho denunciado por el Papa también se da en nuestra diócesis, sin que sea necesario detenerse en demostrarlo" (Mons. Jubany, entonces obispo de Gerona, ahora arzobispo de Barcelona). "En publicaciones y, a veces, lo que es peor, en predicaciones, se vierten ideas que no se pueden justificar. Algunos divulgadores.., tratan de sacarnos del camino de la tradición en cosas fundamentales, para conducirnos en otra dirección" (Mons. Delicado, obispo de TuyVigo). "Quieren reformar la Iglesia desde su interior. Quieren transformar la fe misma de la Iglesia, a ser posible, sin que la conciencia de los fieles lo advierta" (Mons. Castán, obispo de SigüenzaGuadalajara). "¡Cuántas verdades fundamentales están hoy marginadas de la predicación! ¡Y con cuánta frecuencia se proponen al pueblo proposiciones no admisibles o muy discutibles en sana doctrina! Los fieles se preguntan angustiados: ¿Dónde está el Evangelio auténtico? ¿A quién hemos de hacer caso? ¿A qué hemos de atenernos?" (Monseñores Pla y Gea, obispos auxiliares de Valencia). Los momentos actuales de renovación son "propicios al confusionismo. Las llamadas de alerta (del Papa) han de hacernos reflexionar seriamente para no dejarnos llevar por novedades peligrosas". "Si en nuestros días se han hecho muy profundas... las divisiones... entre los católicos, es principalmente porque no aparece siempre (entre los ministros de Cristo) la unidad fundamental en la predicación del Evangelio... y en otras actividades pastorales... ¿Puede extrañarnos que los hombres desconfíen de nosotros, los sacerdotes, cuando colectivamente no sabemos mantener la fidelidad al sacerdocio de Cristo?" (Cardenal Tarancón, arzobispo de Madrid). "No sólo no se han corregido tales desviaciones, sino que se propagan cada vez más en traducciones y resúmenes que llegan a todas partes originando la más lamentable confusión. También en España, en algunas revistas destinadas al gran público, se vierten sin escrúpulo estas enseñanzas. Avergüenza comprobar la extrema debilidad intelectual y religiosa de quienes, para renovar, lo único que hacen es destruir. ¿Dónde está la radical novedad del Evangelio sino en su propia identidad?" (Mons. González, arzobispo primado). "En nuestros días, se insiste tal vez demasiado exclusivamente en la misión y compromiso temporal de la Iglesia"... Como si "la misión de la Iglesia fuera ante todo la renovación social en un orden puramente humano", olvidando "la prioridad de lo sobrenatural" (Mons. Dadaglio, nuncio de Su Santidad). "Acuden a nosotros padres justamente angustiados ante las enseñanzas de algunos profesores y educadores de sus hijos, a los que pervierten con doctrinas falsas, en vez de encauzar su mente y corazón en conformidad con las directrices de la Iglesia. A los que así procedan rogamos reflexionen en la presencia del Dios vivo, y piensen que cometen una injusticia y una traición imperdonable a la misión recibida de Dios" (El Episcopado español, en una exhortación colectiva). ¿Nuestra actitud? "Vigilar y orar", según la palabra del Señor. 0, como dice San Pedro: "Vigilad, que vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quien devorar. Al cual resistiréis firmes en la fe". Conozcamos los documentos fehacientes del magisterio de la Iglesia, con no menor solicitud que se guardan los títulos de propiedad o los certificados que garantizan el derecho a la seguridad social. Y no toleremos que nadie nos presente como doctrina de la Iglesia lo que es contrario a la misma. Los vigilantes, por definición, son los obispos. Necesitan nuestra oración y docilidad, para que cada uno pueda aplicarse lo del apóstol San Juan: "No hay para mí mayor alegría que oír de mis hijos que andan en la verdad". Sobre todo, que nuestro vigilar goce de la serena confianza que da la presencia de Jesús. Él dijo a sus Apóstoles: "No os dejaré huérfanos..." " Mi paz os doy ..." " No se turbe vuestro corazón ni se intimide". "Si guardáreis mis preceptos, permaneceréis en mi amor". "Vuestra tristeza se trocará en gozo... y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría".

José Guerra Campos, obispo